Autora: Sara Quirós, trabajadora social Centro de Día San Antonio Madrid

Da igual qué superhéroe nos cojamos para vivir en esta cuarentena: Wonder Woman, Superman, Batman, Lobezno, Tormenta…  Porque todos, en un momento u otro, seremos uno de ellos; no tendremos poderes especiales pero tenemos muchas otras cosas: tenemos ganas de vivir, de ayudar al que está a nuestro lado, de descubrir que cada día es especial, aunque estemos dentro de casa, pues todos somos una estrella para el que está apagado o, en proceso, por eso hay que ser valientes y tener esperanza, tenemos un enemigo común que da igual el nombre que lleve, le podemos poner nombre de villano: Ares, Lex Luthor, Joker, Magneto…

Los héroes no llevan capa en la vida real, llevan batas de médico y pijamas de enfermero y auxiliares; son expertos en reposiciones, en cobros en supermercados, de limpieza, de dirigir y atender a los mayores en residencias… Todos ellos se convierten, inconscientemente, en algo más. Entran a formar parte de la familia de todos nosotros, al fin y al cabo son los que están día a día con todos y son los que, en algún momento, aunque sea rápido están “cerca”(a un metro) mientras estamos en la cola esperando a que nos cobren o diciendo palabras de acogida a aquellos que en estos momentos lo necesitan, tanto en la cama como en  casa.

Aunque, pensándolo bien, el verdadero superhéroe (y no por menospreciar a los demás) es aquella persona que en estos momentos está luchando por su vida, lucha contra un villano que no se ve, que es especialista en provocar, no solo malestar físico, si no miedo en muchos; pero si algo caracteriza al ser humano es en su capacidad de rehacerse, de reencontrarse a sí mismo y sacar fuerzas para hacer frente a las adversidades.

Aquellos que, en estos momentos nos dejan, no significa que hayan perdido la batalla, sino que son vencedores de la partida, pasan a un nivel superior, pasan a ser la luz de todos, a ser las fuerzas secretas. Es una verdadera pena que no se les pueda rendir esa despedida de honor, como se merecen por todo lo alto, como a cualquier superhéroe. No es una despedida es un hasta pronto; se convierten en todo un ejemplo a seguir por su lucha y su ejemplo de supervivencia y entran a formar parte de la historia del país, de un mundo donde cambia los valores y las formas de ver la vida; gracias a ellos y en cierto modo a ese villano, que ha hecho que nos paremos un segundo a mirar a los que están a nuestro lado, no veíamos y a cuidar el planeta que es nuestra casa.

Pero cuando todo este lío pase, entonces, será el momento donde toda la población se unirá y gritará juntos de alegría por haber vencido y todas esas canciones que suenan en cada uno de los balcones serán un himno de victoria.