Autor:
Aldara Bosch, PUNTO DE APOYO

Sinópsis:
Muchas personas mayores que ya no pueden vivir solas se tienen que repartir a lo largo del año entre las casas de sus hijos. Veremos qué se puede hacer para que esta situación sea lo más llevadera posible.

Muchos mayores se ven obligados por sus circunstancias familiares y personales a tener que vivir trasladándose de casa en casa, generalmente de sus hijos, por determinados periodos de tiempo. Para la familia de estos mayores, que habrán acordado esta solución porque su padre o madre ya no pueden vivir solos, supone un cambio en su vida cotidiana y un trabajo añadido.

Pero para el mayor, significa cambiar de domicilio varias veces al año y todos los años. Y un cambio de domicilio o mudanza supone un estrés importante para cualquiera. Y, en el caso que nos ocupa, supone también estar siempre “en casa ajena”.

Es muy importante ser conscientes de que el mayor va a tener que interrumpir sus actividades habituales, o el contacto con amigos y conocidos, y hacer frente a las relaciones concretas y particulares que tenga con los miembros de cada familia que le acoge. Tendrá que adaptarse igualmente a la vivienda, entorno, horarios y modos de funcionar de cada núcleo familiar, y hacerlo para relativamente poco tiempo, no para una larga temporada.

El seguimiento de la salud del mayor por parte de los profesionales sanitarios se hará dificultoso ya que estará nada más temporalmente en determinado centro de salud… Y esto se puede complicar si se produce un cambio de comunidad autónoma…

Vivir estos cambios todos juntos puede desembocar en que la persona mayor caiga en el aislamiento, la ansiedad, la soledad, el estrés…
Los expertos recomiendan a las familias algunas medidas para suavizarle estas dificultades a su pariente mayor:

 

  • Darle una importancia especial dentro de la familia, ya que esto evitará que se sienta como un estorbo.
  • Respetar su privacidad e independencia.
  • Favorecer que siga con sus rutinas, aficiones, costumbres… Ayudarle a que pueda contactar con otras personas que constituyan su “ambiente” o grupo de amigos para que los encuentre cada vez que vuelva: en centros de mayores; hogares del pensionista, actividades en una parroquia…
    Ante estas circunstancias que les toca vivir hoy en día a muchas familias, detenerse a considerar esta realidad redundará en beneficio de todos…