Autor: Sara Quirós, trabajadora social del Centro de Día San Antonio de Madrid

Desde el aislamiento de mi casa, pues no es solo el hecho de tener que permanecer en casa por el Estado de Alarma, sino porque soy un número de esos tan famosos (19.980 en este momento que escribo) ¿Qué número seré? Me da qué pensar, pues creo que la sociedad ha pasado de preocuparse en cuántos seguidores tengo en las redes sociales a cuántos son ya los infectados y, en el peor de los casos, el número de personas que han fallecido por causa de ese virus tan conocido por todos, que en poco tiempo ha hecho que sea inmensamente famoso, y dé hasta miedo pronunciar su nombre, Covid-19.
Sí, me da qué pensar, pero no en los síntomas que despierta dicho ser en mí y en el peligro que puede suponer a cualquiera que esté a mi lado, pues a veces te sientes como un ser extraño que con tan solo mirar va a ocasionar el cataclismo de cualquiera que esté a su alrededor, ver cómo la gente entra en histeria en cuanto se entera de que tú eres una de las contagiadas y empiezan a sacar el manual de instrucciones de todo lo que hay que hacer, ¡madre mía! ¡Ya sé para qué tanto papel! Para apuntar todas las cosas que hay qué hacer y qué no hacer. Sé que todo es por el bien común. No pienso en cómo me he contagiado, no me preocupa, pues desde el primer momento en que sospeché que había sido invadida, pensé en positivo y en aprender algo de esta experiencia y, efectivamente, así ha sido. Cada día me sorprendo del valor humano y cómo en circunstancias difíciles la gente se une y personas que no conoces o que apenas tienes relación con ellas, hacen piña y se esfuerzan de hacer, de este momento, algo especial y bueno, como dice la canción de Marco Mengoni: “Creo en el ser humano, creo en el gran humano que mira a los ojos sin odio, por ser humano… que tiene coraje… toma mi mano y levántate, no desconfíes de mí, solo soy nadie, soy cualquiera entre tantos…” .
Creo que ha habido un momento en el que no ha sido el Covi-19 el que ha invadido el pensamiento, sino algo peor, ha sido el miedo, el miedo a no saber qué va a pasar y el tiempo que vamos a estar sin ver a la familia y amigos, ese miedo a sentirse solos, peor aún a estar solo con uno mismo. Pero, indudablemente, de esto se aprende y somos fuertes y hacemos de esta flaqueza una fortaleza que hace que dejemos de mirarnos, para ver al que está a nuestro lado pasándolo mal para hacer de su mundo algo mejor, así es el ser humano. Que en los momentos difíciles muestra su verdadera naturaleza de bondad y de comunidad. Por lo que mucho ánimo a todos, pues todos somos héroes y como dice una frase que me encanta: “El mundo está hecho de valientes.”