Siempre he tenido la vocación de trabajar con mayores, cuando pienso en el término abuelo, las dos primeras palabras que me vienen a la mente son: ternura y experiencia. Como es lógico, mi primer acercamiento  fue con los de mi propia sangre. Sobre todo con mis abuelas, cada una con su carácter, siempre atentas a tener en la mesa la comida favorita de sus nietos, esas croquetas de huevo, la tortilla de patata con el huevo derretido, las empanadillas caseras  o esas torrijas  que difícilmente haya otras iguales. El  orgullo que les produce encontrarse con sus amigos  y que les digan “Que guapos y que simpáticos son tus nietos”. Es una satisfacción para cualquier abuelo que les nazca un nieto y sí es un biznieto, es el nova más. Aunque como casi todo en la vida,  tiene sus pros y sus contras, la parte negativa es el abuso por parte de los hijos del cuidado de los nietos, coartan su libertad y supone un abandono de sus actividades encaminadas al envejecimiento activo y saludable.

A día de hoy, el abuelo espera ser escuchado, no importa cuántas veces repita la misma historia, solo necesita unos oídos que no se cansen de escuchar siempre lo mismo y  estén acompañados de palabras alentadoras y llenas de cariño.  A todo el mundo le gusta sentirse querido y tener un apoyo incondicional ante la adversidad, por eso abogo por:  “Hoy por ti y mañana por mí” porque como dicen las abuelas del Centro de día San Antonio: “Ya llegarás…” “Cuando tengas mi edad te arrepentirás de llevar tanto peso en la mochila…” “Todos tenemos que pasar por el mismo camino” por eso debemos de tener empatía, esperar que haya alguien que vele por nosotros cuando necesitemos un empujoncito cuando nos cueste dormir, nos duela la rodilla, no veamos bien las hojas de un libro, no sepamos cómo sacar el abono en las máquinas expendedoras, nos hagamos un lío para rellenar la Ley de la Dependencia o cualquier otro trámite por Internet…

En fin, La última etapa de nuestra vida es una carrera de fondo, los obstáculos se magnifican  y la mochila a nuestras espaldas se vuelve más pesada. Pero se cuenta con un bagaje de vivencias que suponen un apoyo psicológico y de gran valor para la vida. Es indudable que la experiencia viene impronta en la vejez, con el paso del tiempo se recorre una senda llena de momentos  para recordar y otros para tomar conciencia, reflexionar y crecer como persona. El problema fundamental de esta última fase es el envejecimiento global, supone una lucha constante contra este término de carácter ineludible, universal e irreversible. Por eso debemos de tomar conciencia y fomentar un envejecimiento saludable, activo, digno y a medida del mayor.

Arián Gómez