Caminamos todos, casi, en una misma dirección. Nuestro objetivo cada mañana es el mismo: vencer al bicho y volver a la normalidad, en la medida de lo posible. No hay momento del día cuyo tema no  sea el mismo, parece que la sociedad solo gira en una misma dirección y fuera de eso no existe nada ni nadie más; no hay más enfermedades, no hay más intereses, en definitiva, el mundo se  paró en el mes de marzo del 2020.

Se paró para todos, unos más que otros, pero en realidad la sociedad entró en shock. ¿Ahora qué? ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Dónde vamos? ¿En qué vamos a trabajar y cómo? Preguntas y más preguntas que a veces no tienen respuestas o éstas no convencen. Pero la realidad es que ya no nos relacionamos como antes, somos más fríos, más desconfiados, tenemos miedo… puede que sea un momento de cambio y adaptación, pero la pregunta es: ¿Nos gusta esta nueva normalidad? ¿Dónde y cuándo vamos a retomar los gestos de aprecio? ¿Importan algo las personas? La persona es un ser social y, como tal, tiene que relacionarse. De acuerdo estoy que con seguridad y prevención pero lo que veo es que a veces no se tiene en cuenta este hecho y, que en cierto modo, a un sector importante de la población se ha dejado marginado. Se puede decir de muchas formas: por prevención, por ser personas de riesgo, porque tienen muchas patologías, por mayores… Sí, son mayores y por ese motivo hay que tenerles en cuenta, son la fuente de sabiduría de toda una época, una generación por la cual nosotros estamos aquí, deberíamos escucharles y cuidarles; aún tienen mucho que aportar. Se puede decir que muchas de las cosas que se están haciendo son en su beneficio pero, en realidad, no se les tiene en cuenta. ¿Sabemos cuál es su beneficio? ¿Nos hemos parado a escucharles?

Preguntas y más preguntas, pero en realidad, con todo esto al mayor se le ha dejado hacinado en su casa, si no sale, mejor, pues así no corre el riesgo de contagiarse; entonces dónde queda la sociabilidad de la persona, ¿dónde quedan todos los esfuerzos de años por darles su valor y su importancia dentro del pódium de la sociedad? Pasaron a un tercer puesto (si están ahí) o a un primero (por consolación) eso no está muy claro, pues hay que tener en cuenta que necesitan de recursos, de personas y de actividades para poder mantenerse, para estar cada día activos, pues en ellos un día sin moverse puede suponer un retroceso de  un mes, ya no digo de meses sin actividad, suponen años… ¿Cuánto tiempo les va  a costar recuperarse?¿Volverán a estar igual o al menos acercándose a como estaban hace unos meses?. Tengámosles en cuenta, sé que son momentos difíciles pero no les dejemos de lado, pues ahora se encuentran con las puertas cerradas de todos los centros, aquellos lugares donde se sentían jóvenes, donde se relacionaban y pasaban las horas sin que se dieran cuenta, sus segundas casas. Es momento de arrimar el hombro, la sociedad más joven y no tan joven, es la que tiene que ser consciente de todo. No se les pueden cerrar todas las puertas, no podemos dejarles en casa, sin nada, hay que luchar por sus derechos y obligaciones, que todo lo conseguido no suponga ahora un abandono y un retroceso. Los centros, sus lugares de ocio, eran su vida, su razón de despertarse cada día y tener una obligación, una distracción, un lugar donde encontrarse con sus semejantes. Somos conscientes de que se viven tiempos difíciles, pero se puede aprender mucho de ello; sabemos todo lo que hay que hacer para cuidarse y cuidarnos entre todos, hay que ir poco a poco, pero teniendo en cuenta uno a otros, pues si queremos vencer hay que luchar todos en una misma dirección y sabiendo que cada persona cuenta y hay que contar con lo que hacían antes y lo que les daba la vida, ver cómo se puede encontrar ese punto medio que da lugar a su independencia y autonomía.

Que no sea un eslogan lo de “ayudar a frenar la soledad no deseada” pues ahora, más que nunca, tiene un sentido especial, si de por si no se desea, no la hagamos obligatoria inconscientemente. No dejemos a nuestros mayores solos, pongamos alternativas, juntos podemos pensar cosas nuevas o reinventar las existentes, pues entre todos podemos poner nuestro granito de arena para crear una sociedad más justa, con prevención y cuidado. No los podemos dejar aparcados como un coche. Todo tiene movimiento, hay alternativas y medidas a seguir, pues que en esos protocolos entren ellos. Si queremos que no estén solos, no los dejemos cuando más lo necesitan, hagamos que ese eslogan no tenga ni sentido ni sea pensado y mucho menos presente en cada mente y entidad que trabaja con mayores.

Que no parezca que nos han puesto una mascarilla para no hablar, como dicen ahora somos nosotros los que llevamos bozal y no los perros, comportémonos como seres razonables y protejamos a todos, usemos los recursos a nuestro servicio con sentido. Pensemos en el que está a nuestro lado. Escuchemos a nuestros mayores ¿qué es lo que quieren? seguramente haya un punto intermedio donde podamos reunir lo seguro, lo reglado en esta nueva normalidad y el bienestar del mayor. Pongamos voz a aquellos que no pueden hablar, a aquellos que no tienen los suficientes medios para llegar al mundo, a ese mundo de nuevas tecnologías donde han quedado excluidos. Estas tecnologías hacen que las personas nos movamos y estemos supuestamente más conectados pero que alejan y rompen las barreras físicas, el contacto, que tanto necesita la persona, seamos esa excepción que cumple la regla, integremos al mayor, interconectemos con ellos;  acallemos las voces que piden hacer algo,  pues saben lo que hay y  lo que se viene encima, pero el que no arriesga se queda viendo pasar la vida como un mero espectador, quieren recuperar un poco de su día a día, sienten ganas de hacer cosas, son conscientes de todo, por eso gritan de forma segura que ellos también pueden volver poco a poco a su vida, a su normalidad. No juguemos con sus ganas de vivir.

Los mayores existen y aún tienen mucho que aportar a la sociedad, solo hay que despejar y asegurar el camino.

Sara Quirós Torres