Últimamente todo parece que nos pone a prueba: viene un virus, viene la cuarentena, vienen meses duros de sentimientos y aptitudes a las que no estábamos acostumbrados, vienen tantas y tantas cosas a las que a veces no sabemos ni cómo nombrar ya, por si fuera poco viene Filomena, todo un personaje, ha dejado claro quién manda en este mundo, por si no lo teníamos claro. La naturaleza es muy sabia y siempre sabe cómo poner al ser humano en su sitio, como hacerle despertar de su continuo letargo, sacar lo mejor que hay en él y enseñarlo, tanto para bien como para mal.

Ha ido paulatinamente dejando paso a todo, primero la incredulidad de: no va a ser para tanto, me he despertado pensando de que ya habría un metro de nieve y el cielo está muy despejado; pero sorpresa según va  avanzando el día Filomena se va haciendo presente muy tímidamente, pero la timidez le dura medio día, cuando creíamos que eso era todo lo que iba a nevar aparece con su simpatía y deja dos días de nieve sin cesar. De la incredulidad hemos pasado a la sorpresa, pues llevábamos años en los que no se veía por la ciudad ni un mísero compito blanco, tenías que irte a la montaña y a veces era artificial para poder disfrutar de esos deportes de invierno que divierten a pequeños y grandes. De la sorpresa pasamos a la familiaridad, todas las familias, salieron a la calle para disfrutar de un sábado atípico. Un sábado en el que por primera vez en mucho tiempo pudimos disfrutar sinceramente de algo inusual y que nos hacía olvidar todo, por un momento ocultamos al gruñón que llevamos dentro para sacar a ese niño inocente y que quiere divertirse. Todos casi sin excepción salimos a la calle para ver lo blanco y bonito que estaba todo, para fotografiar, inmortalizar cada rincón de nuestra gran ciudad, cada gesto, cada árbol… sacar a los perros a que corriesen, quedar con los amigos para tirarnos bolas de nieve, en definitiva un sábado para no olvidar. Pero el domingo acecha con sus incertidumbres, su sensatez y su: ¡no mañana lunes y cómo voy a trabajar! Seguimos disfrutando de la parte divertida de la nieve, pero es entonces cuando por la tarde-noche Filomena nos avisa de que en esta vida no todo es diversión que también hay cosas malas, después de la nieve llega el hielo, el frío y las bajas temperaturas que a veces son insoportables.

El lunes todos somos conscientes de que todo tiene que continuar, la semana comienza a medio gas y poco a poco va transcurriendo: lunes (buscando formas de ir a trabajar, sale cuatro por cuatro hasta de debajo de las piedras para llevar a sanitarios y a cualquiera que lo pueda necesitar a su lugar correspondiente, el metro abre 24 horas, se reparte sal…)  martes y  miércoles la gente empieza a colaborar cada vez más, van quitando de las aceras y de las carreteras ese hielo que hace peligrar la integridad física. Entonces es ahí donde nuevamente se puede ver al ser humano que todos llevamos dentro, al que tiende la mano para aquellos que lo necesitan, que piensa en el otro y no solo en sí mismo, donde se las ingenia para que no haya nadie solo, que todos tengan un mínimo para poder estar cómodos.

Filomena ha dejado patente que todos al final formamos una piña ante la adversidad numerosas personas han acogido en sus casas a compañeros de trabajo, durante más de un día y de dos, pese a la falta de confianza; todos hemos vuelto a ver a nuestros vecinos, les hemos vuelto a tender la mano (últimamente no la podemos  esconder mucho, cosa que espero que se siga sacando).