Cuando nacemos no venimos con un libro de instrucciones, venimos al mundo por el deseo de nuestros padres. Nuestros progenitores son los que nos dan la vida y así mismo, los que nos tienen que guiar y alimentar orientar y tratar de educarnos con valores altos para los que queremos ser. Buenas personas, amables, sinceras, alegres e inteligentes. Esto que en un principio puede parecer fácil para ellos, supone todo un gran trabajo a su vez, a ellos los enseñaron en la escuela de la vida y del amor, ilusión, capacidad, deseo de aprender e intentar que comprendan que intentamos que sea por su bien. Lo malo es que algunos no disponen de las herramientas necesarias para emprender este proyecto y lograr los éxitos que querían tener. Seguir unas reglas válidas para todos no es fácil, pues no se trata de dar órdenes e imponer las cosas a la fuerza, sino que tiene que ser algo válido para todos ya somos iguales a los ojos de Dios, ya que así nos crearon el respeto, es algo muy devaluado en nuestros días.

Los mayores queremos que nos respeten, no siempre logramos, ya que nosotros nos educaron el colegio o en la escuela donde imperaba: “la letra con sangre con sangre entra”, “Porque no digo yo”,” Cuando seas mayor comerás dos huevos” “En mi casa mando yo”. Todo esto en realidad, es una gran imposición. Las órdenes y los mandatos no llevaban a nada bueno, solo a la rebeldía en estos tiempos presentes, nos intentan educar en el respeto, la tolerancia y libertad, solidaridad y algo más. Lo mejor sería que también pensarán en ayudarnos a poder realizar estos proyectos en nuestra vida. Respecto a las mayores, la realidad es que cada uno va a lo suyo y no ayuda en nada a los demás. En el transporte no ceden el asiento, en la calle nos chillan con mala educación, o nos ignoran, no son cariñosos, ni nos ayudan a poder cruzar la calle, nos quitan el derecho de ser los primeros en la fila del súper, ya que los ancianos aguantan menos de pie. Libertad, bonita palabra que algunos la convierten en libertinaje y se quedan tan anchos.

Concluyo con una reflexión madura y sincera. Os gustaría que a vosotros os hicieran lo mismo, por favor, os pido que intentemos vernos como las personas que somos, seáis más amables, serviciales y buenas personas. Gracias de corazón por entender esto y así crecer como personas en estos tiempos llenos de contradicciones e intentar que se gane más siendo amables.

Rosa Planelles socia del Centro San Antonio Madrid