Hoy, desde mi pequeño rincón, me cuestiono unas grandes preguntas:

¿Cuánto importa la gente?

¿Cuánto darías por los que dices que te importan?

Hoy estoy enfadada ante la impotencia de ver cómo a veces no importa la gente, de  ver que sólo se es un número en la mayoría de los sitios (ese número pertenece a una lista que da igual el nombre que se le dé, porque nadie se fija, solamente importan las cifras). Se está convirtiendo en un mundo superficial, por mucho que digan lo contrario los actos son los que se ven y eso dice mucho.

No sé si es por mi experiencia en el mundo del mayor o mi cercanía, que hace que me fije en ellos, más que en otro sector, pues son los que han sido sustento y apoyo en momentos difíciles de la sociedad y, en lo personal, (sólo hay que fijarse en la relación abuelos-nietos, siempre es especial). Nuestros mayores son un pilar importante, nos guste o no, y no lo sabemos valorar. Son los que han contribuido a que la sociedad de hoy sea mejor, con su esfuerzo y lucha del día a día, pues a muchos les ha tocado vivir tiempo difíciles y no una pandemia, sino una guerra y una posguerra. Están hechos de una pasta diferente al resto, pues cada vez estamos metiéndonos más en una burbuja para no sufrir y sobrevivir de la mejor manera, a esto que llamamos vida.

Son los que están siendo más castigados por todo este caos. Están siendo olvidados sus sentimientos, están siendo menospreciados por la sociedad, directa o indirectamente, desde el momento en que se dice que se vela por su bienestar, pero no se les escucha, ni se les ayuda a sentirse mejor, se les impone un horario, tras numerosos ruegos (como al resto de la población), no se paran a pensar, que un mes encerrados les supone años de deterioro. Sé que es por un bien común, pero escuchémosles, se les deja solos y en el peor de los casos, a mi parecer, el más doloroso, se les deja morir solos. ¿Dónde está tanta publicidad de: “luchemos contra la soledad del mayor”? Hay que dar gracias en contadas ocasiones, donde aparece un resquicio de humanidad, que dejan una despedida de 10 minutos, y si llegas a tiempo. Nos olvidamos de las veces que siendo niños nos han cogido de la mano para llevarnos, nos cogían en brazos cuando estábamos cansados, nos han dado su consejo para hacer de nosotros “hombres y mujeres de provecho”. Démosles una oportunidad de lucha, tendámosles la mano y estemos a su lado, que es ahora, más que nunca, cuando realmente nos necesitan, hagamos de donantes de alegría, de fuerzas, de ganas de vivir (que a veces les falta) seamos nosotros los que les acompañemos en esta etapa de la vida  y en los momentos realmente difíciles y duros, seamos los que les cojamos en brazos y les digamos GRACIAS por hacer de nosotros mejores personas y enseñarnos a que la vida no es sobrevivir de la mejor manera, si no que es vivir luchando y sin miedo a aquello que esté por venir, que a lo que venga le pongamos la mejor de nuestras sonrisas y luchemos por un mundo mejor, donde las preguntas iníciales tengan un verdadero sentido y no  se queden en cifras.